No terminan por desvanecerse ni las lluvias ni los fríos en Asturias en este segundo mes del año. Tenemos ya ganas de sacar nuestro Porsche de ruta (y ya hay varias pensadas!), pero de momento seguimos casi en hibernación, así que no nos queda otra -sacrificados que somos- que irnos de restaurantes.
En esta entrada al Blog os traemos nuestras experiencias en Casa Gerardo, uno de los restaurantes clásicos, de los de toda la vida en Asturias. Lleva más de 135 años dando de comer a los que tienen el placer de acercarse a sus mesas y era ya hora de que nos pasásemos para descubrir lo que ofrecen en la actualidad. Como veremos, esta visita da lugar a un par de reflexiones que creemos interesantes para vosotros. Unas reflexiones que más bien son preguntas lanzadas al aire con la esperanza de que nos respondáis con vuestros comentarios.
Casa Gerardo se encuentra en la antigua carretera entre Gijón y Avilés, la actual AS-19. Se alcanza muy fácilmente desde cualquiera de las tres principales ciudades asturianas y solo hace falta salir de una de ellas entre un cuarto de hora y veinte minutos antes de la hora acordada de la reserva.
Se alcanza fácilmente pero la experiencia del aparcamiento para nuestros Porsche es decepcionante. El parking se articula en dos zonas: una situada al lado del edificio principal la cual tiene el desnivel en curva adecuado para hacer sufrir el embrague de nuestro coche y otra situada enfrente de la carretera. En ambas zonas hay que andar con un poco de cuidado si nuestro Porsche es de los que van bajos, y lo de tener que cruzar una carretera, la cual tiene un tráfico de moderado a pesado, no es de recibo en estos tiempos, especialmente si tenemos pensado ir a Casa Gerardo a cenar. Si nuestro coche es un Cayenne, Macan o incluso un Panamera, la cosa aún tiene un pase.
Restaurante Casa Gerardo. Detalle del sistema de climatización.
Llegamos pues al interior con el ceño un tanto fruncido, pero la verdad es que el ambiente es deliciosamente acogedor y la temperatura es perfecta, con una climatización ideal, ni demasiado caliente ni con ese “punto nórdico” que tan de moda parece estar poniéndose en muchos negocios de hostelería asturiana por el invierno con la disculpa del ahorro energético. La mesa que nos dan está situada en la planta baja y es amplia, como debe de ser y la ergonomía de la silla y mesa es perfecta. Ninguna pega aquí.
Enseguida nos traen las cartas. Por una parte la que recoge todos los platos que se ofertan y por otra una hoja con los menús de degustación. Elegimos el “menú 1882” (año de fundación de Casa Gerardo) tanto por el precio como por la cantidad, ya que intuimos que va a ser el más adecuado para las capacidades de nuestros estómagos. Hay una opción de maridaje con sidra espumosa y vino por un suplemento pequeño pero preferimos media botellita de Moët-Chandon, que hay que conducir después y sacar el coche… del aparcamiento.
Nos traen enseguida unos entrantes organizados en una estética muy agradable. Tenemos hambre y damos cuenta de ellos enseguida. Están extraordinarios y ya empezamos a notar en el paladar ese punto estrella Michelin. Es algo que es muy difícil de definir, pero que sin ninguna duda se percibe de inmediato.
El camarero, tal vez un pelín redicho en la entonación de lo que nos va poniendo sobre la mesa, nos trae el primer plato: Bocadillo crujiente de quesos (2000), Cochinillo, castaña y mole (2018) y Croquetas del Compango (1996). Como os podéis imaginar, entre paréntesis figura el año de creación del manjar. Se nos recomienda que vayamos comiendo de derecha a izquierda, así que empezamos por el crujiente de quesos (una delicia de sabor y de crepitar en boca), seguimos con la mini-muestra de cochinillo y terminamos con las croquetas del compango. La mini-muestra de cochinillo es pequeña, si, pero es un diamante de sabor. Suprema. En cuanto a las croquetas, el “compango” es lo que se echa a la fabada para que adquiera sabor e intensidad: chorizo, morcilla, etc. Tienen, como es lógico, un recuerdo claro de sabor a fabada, pero con una intensidad muy bien modulada.
Llega rápido el “pescado azul en escabeche”. La ración, en estos menús gastronómicos, son pequeñas, ya sabéis, pero esa creación es otra obra maestra, indescriptible con un sabor que es pura alegría. Le damos un diez.
Tras un vertido de champagne en la copa cuidadosamente medido (el mâitre dosifica de forma maestra nuestra media botella a lo largo de toda la comida), llega ahora el “Cogollo a la crema”. A priori era este plato el que veíamos más flojo del menú. Un trozo de verdura con algo de adorno, pensábamos, pero se convierte casi en la sorpresa del día. Es increíble que con un producto básicamente de huerta se pueda alcanzar un nivel de sabor tan alto. Le damos un once sin dudarlo.
Llega entonces la merluza en verde. El listón del cogollo ha quedado tan alto que milagros va a tener que hacer la merluza para continuar el nivel…, y los hace! La merluza salvaje es pura crema y tiene una textura exquisita. La maridamos con un par de sorbos de champagne y alcanzamos cotas de placer que son un auténtico pecado. Otro diez!
Nos ponen ahora el falso “Ravioli de Pitu”. Hay que aclarar en este punto qué es “Pitu”. En bable, se denomina “pitu” a la gallina, aunque cuando se habla de “pitu” en términos culinarios se entiende que se trata de “pitu caleya”, es decir, de una gallina que ha crecido en la semilibertad de un prado o similar, no habiendo vivido una vida escueta en una jaula. Aclarado este punto, nos encontramos ante un plato más tradicional, más de “vieja cocina”. Está bueno, sin duda, pero no está al mismo nivel que las creaciones anteriores. Levantamos aquí las cartulinas con un ocho.
Y llega la fabada. En teoría la fabada de Casa Gerardo es, o era, el referente totémico en toda la región. Es el plato que le dio fama histórica como restaurante en Asturias y parte del resto de España. Ahora bien, a día de hoy conocemos algún que otro restaurante, y no de postín precisamente, donde la ponen mejor. Está muy buena, claro, con una alubia (faba) delicadísima y suave, pero no quedamos convencidos. Tal vez tenga una falta de contundencia hecha ex-profeso para que no exista un contraste excesivo con el resto de creaciones culinarias. Por otra parte, y a diferencia de las raciones anteriores, este plato de fabada es relativamente generoso y hace que no podamos terminarla. Le damos un siete a este plato.
Llegamos a los postres con la “avellana, chocolate y tonka”. Suculento aunque no espectacular, salvo su presentación que si lo es. Le damos un ocho.
Y llegamos por fin a la “crema de arroz con leche requemada”. Ponemos el móvil con una foto del 968 al lado para dar escala a la ración y empezamos a saborearlo. Dicho rápido: Es el mejor que hemos probado jamás en Asturias. Hay muchos sitios en la región donde lo ponen de nueve, pero este es de once. Lo terminamos sin compasión y en el pecado llevamos la penitencia ya que nos sentimos a punto de hacer saltar algún que otro botón de la ropa.
Resumen y calificación
Como hemos dicho antes, Casa Gerardo es un clásico en Asturias. Un restaurante donde la comida tradicional de la región siempre ha sido un referente. Sin embargo ha sabido evolucionar hacia olimpos gastronómicos actuales y en ese viaje, en esa transformación, han pasado cosas. Lo que ha pasado es que ha efectuado unas creaciones modernas de tan altísima calidad que sus ofertas tradicionales (en el caso que hemos probado, la fabada y el “pitu”) quedan en un nivel inferior.
La papeleta no es baladí y nos imaginamos que los dueños, siendo conscientes de esta situación, tengan dudas. Por una parte el ofertar la fabada es algo irrenunciable para ellos, pero no es en la fabada donde está la estrella Michelin, sino en el nuevo arte que ofrecen. Nosotros lo resolveríamos dejando el “menú gastronómico 1882” como está y ofertando también otro “menú gastronómico 2018” del cual retiraríamos la fabada y el pitu y lo sustituiríamos por un par de platos de experimentación de hoy en día. Lo bordan.
Una cosas con otras, desde el AsturRing le damos un “AsturRing Approved” raspado. La mencionada fabada y el pitu, en nuestra opinión, le restan categoría gastronómica (quien lo iba a decir tratándose de Casa Gerardo!). Esto, unido a un parking de hace décadas, le merma la excelencia que exigimos cuando vamos con nuestro Porsche clásico a disfrutar de sus fogones.
Me ha encantado, Luis. La narrativa esta tan estructurada y es tan viva que te sumerge en el contexto.
Bravo
Gracias de nuevo, Rafael. Cuando hacemos visitas gastronómicas para ayudar a la gente que viene de fuera de Asturias a ir «a tiro fijo» lo que nos gusta hacer es eso: hacerles sentir como si estuviesen comiendo con nosotros. Sumergirles de alguna manera en la experiencia.